16 enero, 2007

Estado de la nación (o granja)

Mis días se resumen en: levantarse tarde, ir aprisa y corriendo a los campos, hacer una pausa para comer y fumar (fumar y comer, ese es el orden adecuado), perder el tiempo unas horas hasta que anochezca, volver a mi guarida y fumar hasta estar tan agotado que pueda dormirme sin pensar en nada. Le podeis llamar "espiral de autodestrucción" si os resulta necesario adornar la vida con palabras, yo le voy a llamar "ciclo vital", que es más aséptico y no juzga los efectos del mismo. No me he afeitado en todo el año, no he escrito nada, apenas he leído. No me acuerdo de la última vez que me fui a dormir a una hora prudente, o simplemente la última vez que fui a dormir sin dejar algo puesto (película, serie, tontería) como si fuera un trovador virtual que tiene la llave del sueño. No he hecho deporte ni me he cuidado en absoluto (durante dos días me he alimentado a base de magdalenas (nada que ver con las de Marcelino) y agua).

Hace dos fines de semana tuve un encuentro con una chica sin mucha historia; quizás esa sea la historia. Siendo honesto (creo que puedo serlo; al fin y al cabo me da que ella también pensará lo mismo) no puedo recordar una sóla cosa que me gustara o me llamara la atención en ella. Nada. Cero. No sabría responder a ninguna pregunta relacionada con ella. No sentí nada, nada en absoluto, ¡qué sensación de vacío! Al día siguiente me sentí desamparado, como si hubiera cruzado alguna línea (no sé cual) y ya no hubiera vuelta atrás. Es difícil de explicar, debí haber escrito al día siguiente. Por supuesto, ya me había pasado otras veces el estar con una chica "a las puertas del umbral" (del gusto, del interés, del morbo, de algo), pero no como esta vez. El domingo lo pasé con una sensación rara en el pecho: no sé si es el último coletazo del último sentimiento, o es la ausencia de sentimientos que provoca ruidos, como hacen las tripas cuando tienes hambre.