15 diciembre, 2006

Ya hemos escuchado bastante (era: Calcetín, ¿qué haces en mi almohada?)

¿Dónde va la fuerza de los diecisiete? Una palomita de maíz se escapa de mi oreja mientras suspiro, pensando en el ilusionista, en la magia de engañar a alguien, además de a mí mismo. Hace siglos que no fumo, dudo que me acuerde de cómo se hace. La palomita me dice que hubo un tiempo en el que falsifiqué un carnet para poder entrar en una discoteca (no coló: la altura y la cara de niño son requieren más maña para ser ocultadas), la misma discoteca en la que a punto estuve de quebrantar uno de los mandamientos no escritos; ahora, la misma palomita cambia de oreja y me susurra que en estos tiempos las falsificaciones son para quitarme años. Me viene un recuerdo de otro país: el país de las maravillas, el país de los abrazos. Ya hace dos meses de aquello. La amargura que dejan los abrazos de una semana de duración es algo que hay que sentir. Revolotea algún pensamiento, pero de pesado no da remontado el vuelo. Quizás ha comido mucho y ha dejado el deporte, como me ha pasado a mí, como le ha pasado a la palomita. No sé por qué motivo, pero cualquier camino que tome, cualquier reflexión, siempre me lleva a pensar en el autobús.



- Anda, déjate de tonterías y abrázame, que hoy aún no me has dicho que me quieres.

Eso deberías estar diciéndome, Maggie, pero hace diez años que no lo escucho. Hace más, en realidad. Por eso, la vida va como va.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta bien cómo a partir de cosas cotidianas de las que hay poco que decir, sacas una gran historia.
Gustome tu blog

LaGranjaDeMaggie dijo...

Gracias alvaro, la verdad es que involuntariamente (espero!) has reflejado lo que es el día a día en la granja "cosas cotidianas de las que hay poco que decir". Si en algún post futuro, por efecto de la memoria escondida, aparecen esas mismas palabras y no te nombro, haz el favor de reclamar los royalties merecidos.

Un saludo