07 junio, 2007

Ni las alas, ni la vanidad

Ni el bamboleo de tus caderas, ni las promesas de gloria.
Ni esos escotes hambrientos de la chica morena y alta.
Ni la fortuna escondida debajo de la encina.
Ni el perfume sobrecargado de tu habitación.
Ni los amaneceres en tu compañía.
Ni un paseo colgado de tus manos.
Ni la fama, ni la sabiduría de los antiguos.
Ni las alas, ni la vanidad.
All you need is pop.

04 junio, 2007

Será Ismael

guitarra y ole

Me ha venido un retazo de melancolía esta tarde, escuchando a Ismael Serrano. Tarde, mal, y a destiempo, perfecto retrato de mi última vida. Los días de la inocencia (que no volverán) van de la mano una noche en Buenos Aires sin más miedo que nosotros mismos y sin más abrigo que un cariño forjado tras años de alegrías y disgustos, de traiciones, silencios y guiños. Olvidaos del nuevo orden de las cosas. Olvidaos de un siglo de mentiras. Hoy es el día de Peter Pan, y aunque no haya milagros, ni panes, ni peces, me llega con ser capaz de acordarme de aquellos momentos. Porque sí, aunque dudemos, hubo un tiempo en el que sentimos. Que corra el licor de miel, el color de la vida ha vuelto al blog.

30 marzo, 2007

La prueba de la piruleta

Mañana (en este "nuevo orden" de las cosas, poco me importa ser repetitivo o pesado, así que deja de tener sentido preocuparse por volver a escribir acerca de Fátima) tendrá lugar la Prueba de la Piruleta. ¿En qué consiste? En ver si se ha acordado de traerme una piruleta con forma de corazón (hablando de ese órgano, es una sorpresa que todavía me palpite) que me había prometido en una conversación casual. Sería ...



En la foto, Barry y Tom: siguen esperando una piruleta ...


Otro día hablaremos de la vida real, dejando los mundos de nubes para el Katamari, cosas así. Hablaremos de lo poco que nos hizo falta para quedarnos colgados de una mirada y extrapolar mil cosas sin base científica en un ejercicio de funambulismo sin precedentes (cercanos), de lo peligroso de saltarse pasos, de todas esas cosas. Ahora, permítanme soñar. Sería ...

20 marzo, 2007

A la memoria de una pierna

Los efectos de Fátima todavía duran. Un mes sin verla, ¡un maldito mes sin verla! Si me dijeran que no fue un mes, que fue un año, me lo habría creído también. Lo mismo habría hecho si me dijeran que no, que sólo ha sido una semana ... creo que no valdría para fabricante de relojes: algunos tendrían el segundero en el minutero, y otros se quedarían sin cuerda al minuto de tantas vueltas que darían las manecillas en tan breve intervalo.

No he dejado pasar un solo día sin acordarme de ella. Me he despedido voluntariamente de una amiga con la que tenía una cita pendiente. He estado libre de pecado durante tres semanas seguidas. No me han vuelto las ganas de escribir, de coger la pluma, pero casi. He olvidado alguno de mis mandamientos: en concreto, el de "medirás las palabras pronunciadas". Le he dicho demasiadas cosas bonitas sin venir a cuento, sin previo aviso, sin calcular las consecuencias ... ¿y si se asusta? ¿Y si es una de mis tonterías pasajeras, un flechazo tardío, unas ganas de tener algún motivo para llegar a mañana? ¿Y si ella está en otro estado, más avanzado o más temprano? ¿Y si todo ha sido un sueño?

Acabo de ver al genio de la lámpara dentro de una botella de licor de miel de Combarro, escapándome hacia el corcho. Cabrón, no te vayas, me hará falta tu deseo. Si te atrapo, ya sé lo que te va a pedir este pueril enamorado. En Semana Santa (Santa sólo porque la voy a ver) veremos si eres un genio de la lámpara, o un genio de pacotilla. ¡No te escapes!

18 febrero, 2007

Los ojos de Fátima

Los ojos de Fátima me hablaban de tierras nuevas y santas, de continentes exóticos y de historias por escribir. Sin haber hablado nunca, habíamos coincidido bastantes veces, y creo que no pasó ni una sola vez sin una mirada. Tenía un toque especial, un porte, uno de esos halos. Nunca pensé que podría ser un interés correspondido, aunque sospecho que mi subconsciente fue capaz de adivinarlo (y disculpen si no suena bien): como es un cobarde, sólo se activa cuando ve que tiene alguna opción, y luego desaparece para maquillar un poco las cosas y darle a mi otro yo, al consciente, una pequeña sorpresa e intento de inyección de autoestima. A estas alturas, ya lo tengo muy calado. Sigo: nunca pensé cómo sería besarla, cómo sería su tono de voz, qué la haría feliz. Ni siquiera sabía su nombre. No estaba preparado.

(sus ojos son más lindos, que conste en acta)

Los segundos se hicieron mucho más densos cuando atravesó la puerta y clavamos nuestras miradas. Durante ese momento la conversación pasó a ser un murmullo tangente y las demás personas disminuyeron su intensidad. Después, en orden: las preguntas, las risas, tu número, la escapada, tu mano en la mía, la indecisión del primer beso, la emoción del segundo, la calidez del tercero; los besos suaves, mi mano en tu cintura, dos abrazos, mi mano por debajo de tu abrigo, el achique de espacios, la segunda escapada, un silencio, los besos sin mentiras, la sorpresa de que llevaras falda, el suave tacto de tus muslos. Y ahora estoy aquí, como un tonto, esperando noticias tuyas.

16 enero, 2007

Estado de la nación (o granja)

Mis días se resumen en: levantarse tarde, ir aprisa y corriendo a los campos, hacer una pausa para comer y fumar (fumar y comer, ese es el orden adecuado), perder el tiempo unas horas hasta que anochezca, volver a mi guarida y fumar hasta estar tan agotado que pueda dormirme sin pensar en nada. Le podeis llamar "espiral de autodestrucción" si os resulta necesario adornar la vida con palabras, yo le voy a llamar "ciclo vital", que es más aséptico y no juzga los efectos del mismo. No me he afeitado en todo el año, no he escrito nada, apenas he leído. No me acuerdo de la última vez que me fui a dormir a una hora prudente, o simplemente la última vez que fui a dormir sin dejar algo puesto (película, serie, tontería) como si fuera un trovador virtual que tiene la llave del sueño. No he hecho deporte ni me he cuidado en absoluto (durante dos días me he alimentado a base de magdalenas (nada que ver con las de Marcelino) y agua).

Hace dos fines de semana tuve un encuentro con una chica sin mucha historia; quizás esa sea la historia. Siendo honesto (creo que puedo serlo; al fin y al cabo me da que ella también pensará lo mismo) no puedo recordar una sóla cosa que me gustara o me llamara la atención en ella. Nada. Cero. No sabría responder a ninguna pregunta relacionada con ella. No sentí nada, nada en absoluto, ¡qué sensación de vacío! Al día siguiente me sentí desamparado, como si hubiera cruzado alguna línea (no sé cual) y ya no hubiera vuelta atrás. Es difícil de explicar, debí haber escrito al día siguiente. Por supuesto, ya me había pasado otras veces el estar con una chica "a las puertas del umbral" (del gusto, del interés, del morbo, de algo), pero no como esta vez. El domingo lo pasé con una sensación rara en el pecho: no sé si es el último coletazo del último sentimiento, o es la ausencia de sentimientos que provoca ruidos, como hacen las tripas cuando tienes hambre.

31 diciembre, 2006

Perdiendo el tiempo perdido

Han pasado muchos días desde la última vez que escribí (publiqué, mejor) algo aquí. Durante este tiempo lo único que he hecho ha sido perder el tiempo. Me he dedicado a fumar (sí, he vuelto a encontrar algo que fumar - no era tan complicado, después de todo), a perder un poco más de contacto con la vida real, a olvidarme de todo, a enterrar un poquito más el futuro.
En los intervalos, lo más notable ha sido haberme acordado de un par de lo que serían "actores secundarios" en algún capítulo de mi vida (antes, cuando las emociones, los sentimientos tenían aún algo de poder y no era todavía esto una dictadura de la pereza); y hace unos minutos me he empachado de Marcel: por fin acabo de leer "En busca del tiempo perdido", esto es muy significativo: creo que (terminar de leerlo antes de que acabe el año) es el primer propósito que consigo cumplir en muchos años. Eso sí, Marcelino, si algún día te da por volver a coger la pluma, espero que compres algún punto más, hijo mío, que en esta época no son nada caros, y una pequeña porción de tus lectores (esos raritos a los que le gusta que una única frase no se extienda a lo largo de más de tres o cuatro carillas) te lo agradecerá. Tengo que escribir más.